Get real be fake

C!Print Madrid 2015 ha sido la ocasión de descifrar realizaciones ejemplares y de sumergirse en el corazón de las tendencias del mercado.

La innovación técnica y la creatividad en el diseño se combinan para dar una nueva dimensión a los proyectos de decoración comercial o de comunicación de los eventos. César Díaz de SABATE y Felipe Aurojo de EGUEYSETA sumergieron los visitantes en el corazón de la personalización.

 

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 “Asumámoslo, las fotos que en esta presentación veremos no son en realidad el espacio que representan. Se trata más bien, de una versión bidimensional y a color que solemos dar por buena y real. Hoy en día consumimos imagen y mensajes que tomatos como sustitu válido de lo real más a menudo de lo que pensamos. Mensajes de texto, post de redes sociales, publicidad y un etcétera lárguísimo que no vale la pena comentar. 

De la misma manera y aunque estemos obsesionados por garantizar el éxito “real” de los espacios que diseñamos, cuando se trata de escoger los materiales con los que posteriormente los construiremos, la verdad es que su honestidad material y su autenticidad nos importan bastante poco.

Creemos que en el contexto del diseño de interiores y especialmente, en la actualidad, la autenticidad de los materiales está terriblemente sobrevalorada. Sus cualidades “reales “son en ciertos casos imprácticas, resultan económicamente inviables y por lo tanto, estarían proscritos.  

Para ilustrarlo, quisiéramos invitarlos a pensar en burbujas de jabón. Pensemos en ellas, no solo como cápsulas de aire brillantes, resbaladizas, transparentes y perfectamente redondas, sino como contenedores de tiempo y espacio capaces de evocar recuerdos y de promover asociaciones positivas mientras duran. Las burbujas resultan atractivas a casi todos. No obstante, y por más seductora que pueda resultar la imagen de una de éstas flotando en la brisa, nadie espera que una burbuja dure para siempre o que esté hecha de cristal. Si así fuese, o si tuviésemos que construir una burbuja habitable, necesariamente tendríamos que hacerla a partir de un material distinto al jabón. Tendríamos que traicionar la naturaleza material de la burbuja “original” e intentarlo, esta vez, con otros materiales, que aunque tengan el mismo aspecto y provean la misma sensación, se comporten, necesariamente de forma distinta. Esto es: Tendríamos que fingirla!

 

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Es por esto que solemos pensar en los espacios que diseñamos, especialmente aquellos destinados al “retail”, en clave de “burbuja”. Aunque sea cierto que tales espacios hayan de durar más que una burbuja, y aunque que hayan de pinchar, o al menos mutar,  justo cuando entre en vigor la nueva temporada y la nueva tendencia.

Y es que el éxito de los espacios comerciales, como el de cualquier otro espacio público, está sujeto a los gustos siempre cambiantes de los usuarios, y éstos a su vez están sujetos a las tendencias. Y aunque dentro del mundo de la arquitectura, éstas tendencias aún suelen durar algunos años (en parte gracias a la naturaleza material de su creación, pero también debido a los costes que implica) cuando se trata de arquitectura interior, este patrón de cambio parece que empieza a cambiar, haciendo que dichos ciclos comiencen a resemblar en duración mucho más aquellos de la música y la moda que a los de la construcción. En ninguno de los casos, este ritmo acelerado y esta presión continua hacia la actualización constante parece que se esté ralentizando y como consecuencia, el reto al que nos enfrentamos los diseñadores hoy en día, cada vez que escogemos materiales a conformar un nuevo esquema de interiorismo, no es, ni por mucho, sencillo. Para volver a la metáfora inicial, lo que se nos pide es similar a crear una burbuja a partir de algo que dure más que el jabón, menos que la piedra, que cueste tanto como la pintura, que cambie como la luz, que sea ligero como el papel, y fácil de aplicar como la baldosa. Se nos pide crear una burbuja con materiales de construcción cuando la piedra es demasiado pesada, el acero demasiado caro, y la madera necesita ser mantenida. Desafortunadamente los materiales auténticos y tradicionales no se adaptan a ciclos tan cortos de actualización, y no menos importante, tampoco se ajustan a los actuales presupuestos.

 

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La verdad es que aún nos gusta, y mucho, la apariencia de los acabados y materiales reales. No obstante, nos gusta bastante menos su durabilidad excesiva, sus requisitos de mantenimiento, sus costes y su rigidez estética. 

Tanto si nos gustan poco o nada, o si se trata de más bien de no poder costearlos, la verdad es que no los necesitamos. Para que hacer de piedra algo que solo necesita durar un mes? Qué sentido tiene emplear madera sino podemos pagar su mantenimiento? Debemos prescribir acero si tenemos a nuestro alcance otros materiales tan brillantes y resistentes pero considerablemente más económicos? 

Sencilla y honestamente creemos que no! Creemos que bajo éstos supuestos podemos, e incluso debemos, fingirlos! Creemos que podemos dotar a los espacios con el suficiente atractivo material, mediante el uso de versiones y reinterpretaciones de lo real. Un atractivo enriquecido por la capacidad que tienen estas nuevas versiones de cambiar y adaptarse; un atractivo multiplicado por la conveniencia, la practicidad y la inferioridad comparativa de los costes que suponen su instalación y mantenimiento; pero también un atractivo potenciado por las diferentes capas de significado que la interpretación a un nuevo medio exige. 

Si, estamos hablando de imitaciones. Pero no de aquellas imitaciones que se hicieron tan populares en los 70´s y 80´s. Estamos, más bien, hablando de materiales reinterpretados, de fusión de propiedades, de combinación de posibilidades prácticas y expresivas. Estamos hablando de impresión en gran formato. 


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Pero no de impresión sobre papel exclusivamente, sino de aquel tipo de impresión que gracias a la creciente tolerancia de los equipos hacia la anchura y el grosor ha hecho de los metales, maderas y cerámicos impresos una realidad; De esa impresión que reemplazando la tinta común por compuestos basados en látex, la convirtió en un hecho no meramente visual sino táctil, haciendo de la imitación un ejercicio de transformación interpretación e innovación.

Este tipo de innovación mediante imitación, constituye un nuevo arte, uno para el que es crucial saber qué vale la pena imitar y cuándo parar de hacerlo. Uno que debe permitirse referencias directas al original, pero que al mismo tiempo, debe generar valor añadido en un sentido creativo o expresivo. Un arte que debe dar una vuelta a la tuerca adicional.

Nos gusta decir que se trata de “estimular” más que simplemente “simular”. Ya que de lo contrario corremos el riesgo de prescribir (y por tanto ser) meros impostores. 

Creemos que este miedo a ser percibidos como impostores, o a prescribir imitaciones malas y baratas es lo que nos ha lastrado como gremio creativo al momento de explotar todo el potencial expresivo que la impresión de gran formato promete al sector del interiorismo comercial. Y que ha sido esta falta de interpretación y de generación de valor añadido lo que finalmente ha disparado la resistencia y la “mala prensa” hacia la imitación por parte de los creadores de tendencia y los usuarios.

Para revertir esta resistencia y para finalmente sacudirnos este miedo, proponemos un único antídoto: La creatividad. Este miedo no sobrevive una vez que la originalidad se cuela en la fórmula.  Bien sea el uso del color, una interpretación gráfica de la textura, o un “lettering” atractivo e inusual. Todo vale cuando se trata de hacer única una imitación, aunque suene contradictorio.  Como hemos visto, lo único que probablemente no valga, por coste, por mantenimiento o por excesiva durabilidad es la autenticidad. Por tanto, sea realista!: Fínjalo!”

 

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